Nelly Salas, maquilladora de
muertos
Manos que dan vida
Con 40 años de experiencia, esta cosmetóloga
logró destacar su carrera a través del maquillaje para difuntos. Fue la pionera
en Chile, sin embargo hoy le cuesta trabajar y da cursos personalizados de
estética que la mantienen vigente como profesional y activa en su vida.
Por
Carolina Leiva
Erguida en una silla al costado de su mesa, Nelly
Salas comienza su historia: “Fui la primera persona en el país en obtener este
diploma certificado de Estados Unidos, y si alguien lo tiene ahora, me queda la
duda si me sacaron alguna fotocopia”, afirma con seguridad y orgullo de su
trabajo.
Una sonrisa distinguida marca su presencia. Ni
si quiera el bastón en su mano derecha la puede menguar. El cutis
resplandeciente propio de una cosmetóloga amante de los cuidados faciales llama
la atención por su prolijidad incorruptible al paso de los años. Ni un solo
día, Nelly deja de maquillarse y de arreglar su cabello rubio ceniza, al igual
que la manicure con diseños de flores blancas en sus manos tersas que nunca
quiso estropear involucrándose en la cocina. Es impensable que ante tal delicadeza exista una empoderada mujer que hace 37
años decidió viajar a Estados Unidos a un congreso de cosmetología científica,
donde terminó especializándose en maquillar difuntos y otorgarles así una mejor
y digna partida.
Tras los barrotes que protegen la puerta, se abre
el pequeño mundo de Nelly. Algunas murallas están deterioradas, pero los
múltiples cuadros de flores mantienen con vida el living. Una mesita de
centro con una taza de café y azúcar,
aguardan ser utilizados en algún momento
del día.
“Cuando
mi madre murió la vi muy paliducha y traté de maquillarla con un poco de talco
y lo que tuve en ese momento. Entonces pensé que podía hacer un curso para
arreglar muertos y se vieran mejor”, recuerda Nelly. Cuando viajó desde
Concepción a Santiago a estudiar cosmetología
se presentó la oportunidad de viajar al congreso. No lo dudó y aceptó el
desafío. “Tengo que dar a conocer esto en Chile”, dijo.
A casi cuatro décadas de emprender en este
rubro, Nelly dedica su tiempo a impartir cursos de manicure, masajes corporales,
depilación y, por supuesto, maquillaje de muertos estilo americano (que consiste en el uso de prótesis de mentón y
pómulos, moldeo de la expresión de los labios y aplicación del maquillaje).
Pero los años no pasan en vano, sin embargo, la artrosis en su rodilla o el desgaste de las
articulaciones en sus manos no son un total impedimento para seguir haciendo lo
que tanto le gusta. Ser una mujer independiente desde niña le ha otorgado la
entereza suficiente para que la soledad no sea una traba en su día a día. Nelly
se desenvuelve entre sus alumnos que toman los cursos, la compañía de su gata,
y su afición a la música. Le gusta bailar e intenta mantenerse activa física y
mentalmente. Para ella el ocio significa ocupar sus pensamientos en cosas que
prefiere no recordar.
“Hace un par de años falleció mi hija de una
trombosis, no pudimos hacer nada para salvarla. Esas son penas que una madre
siempre lleva consigo, pero no dejo que eso me limite como persona. He
aprendido a canalizar la pena manteniéndome ocupada”, detalla.
La elegancia y cercanía con la estética se
mantienen incorruptibles. Su entusiasmo por vivir, también. Aun cree que tiene
mucho por hacer: se ingenió para pegar panfletos promocionales de sus clases en
supermercados y espera expandir sus conocimientos a más personas.
Ha sabido desenvolverse sola, en su propio
ritmo; no necesita una pareja. Después de un par de amores fallidos en su
juventud, el foco de su vida fueron los hijos y el trabajo. Se mantiene así
desde entonces pues no le gustaría compartir la libertad que posee con alguien
que para ella significaría tiempo y dedicación que no está dispuesta a dar más
que a ella misma y a su pasión por la belleza.
Para Nelly, verse y sentirse bien es primordial, no hay motivos para
dejarse de lado. El amor propio es el
motor de su vida y es esa seguridad la que busca trasmitir.
Atesora sus mejores años en los cuadros que cuelgan de
sus murallas: diplomas de reconocimiento por su desempeño, cursos aprobados de
cosmetología y algunos recortes de diarios donde apareció gracias a su
llamativo oficio. Se siente satisfecha, el esfuerzo trajo recompensas y con
ello el respeto que sus pares le tienen. Está tranquila, sabe que ha hecho las
cosas bien.